8.2.05

LA RISA DE CARMELA

Simplemente voy a borrar de mi mente el fin de semana. Bloquearé el sentimiento. Ningún terapeuta me lo va a sacar en base a preguntas. Es más ya no está aquí nada de su basurita. Y es que, claro, hay días en que pareciera que es mejor no salir de cama.

Así que me brincaré una serie de detalles para llegar al punto más alto del sábado. Heme yo, con la preocupación de tener que hacer una tarea en equipo (con un equipo que me parece confunde valores y tradiciones, trabajos con confesiones, análisis con nacionalismo) (chin, ni tan bloqueado ni borrado el asunto, eh?)... bueno pues ahí estaba yo con mi hijo muriéndose de frío y de enojo por no poder estar en casita cuando ella abrió la puerta. Claro que puedes trabajar en mi computadora, yo me encargo de los niños, tú a lo tuyo. El hijo feliz destar con su amigocho, yo molesta con la tarea pero cómoda en su hogar. Ella haciendo palomitas, sirviendo agua de zarzamora, preparando quesadillas y básicamente haciéndome sentir cómoda.

Pero luego se fue a ver la tele.
Y entonces sucedió. Su risa, señores, la risa de mi amiga es lo máximo. Es un encanto de la naturaleza. Como si no bastara sólo su presencia. Su carcajada es divina, invita a sonreír, a reír, invita a pensar que no pasa nada, que no hay nada grave en ningún lado (o eso será por su karma?).

Sí, lo mejor y lo más importante de mi fin de semana fue escuchar la risa de Carmela. (tiene razón el edgar, hay que escribir cuentos graciosos sólo para escucharla reír).


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