20.11.09

SECUNDARIA

Cuando estaba en la secundaria yo era la más bajita de mi grupo de amigas, todas medían más de 1.70. Para hablarles tenía que estirar el cuello, mirar arriba, levantar la voz. Estar con ellas era perderme o sobresalir. Nunca me sentí menos (metafóricamente hablando, claro). Mi cuerpo era pequeño y medio redondo. Mi madre no me dejaba rasurarme las piernas así que usaba las calcetas hasta la rodilla. Me escondía bajo las telas del uniforme. Mi cabello era largo, me hacía una cola y usaba un fleco gigantesco levantado con grandes cantidades de spray. Ya desde entonces creía fielmente en los tenis así que en vez de zapatos: tenis negros. Me mordía las uñas, mucho más de lo que ahora lo hago cuando estoy nerviosa, usaba aretes pequeñitos. Mis libros favoritos eran El Prisionero de Senda de Anthony Hope y Las aventuras de Sherlock Holmes de Conan Doyle, ambos herencia de mi padre. Tuve un novio al que le decían Puchi y una maestra de mecanografía que nos decía cómo debíamos pintarnos los ojos para vernos inolvidables. Sigo siendo bajita, no tengo amigas que miden más de 1.70 pero aún tengo que estirar el cuello, mirar arriba, levantar la voz para asegurarme de que alguien me escucha.