23.8.06

PONER COLOR

Cuando estaba en la Casa de Colores, durante el verano tijuanesco, tuve un rito de iniciación con la pintura. Jenny salió de su habitación armada de brochas, libretas, colores y más colores.

Me puso a pintar.

Antes debo informarles que yo ni siquiera monitos de palito sé hacer. El dibujo nunca se me ha dado. Así se lo hice saber a la dueña pero me ignoró olímpicamente, me dio algo con qué pintar, me puso un pincel en la mano y me acercó los colores.

Hice algo en azul y blanco. Un mar, un cielo o mi alma, no sé. Descubrí que "eso" me gustaba.

Decidí que era algo que tenía que hacer en casa y así, la semana pasada, fui a comprar material. Pedí: un magenta, un naranja y un azul, por favor. ¿Qué tipo de pintura?, me dijo la señorita. Un magenta, un naranja y un azul, por favor. ¿Qué tipo de pintura? insistió. Bestias, yo no tenía idea de que me hablaba. Salí de la atienda con dos frasquitos y dos tubitos, una libreta y dos pinceles.

En casa descubrí que me gustan más los tubitos que los frasquitos. He hecho desde ese día cinco experimentos con texturas, o como yo le digo, poner mucho o poco color en diferentes puntos del papel. Me gusta hacerlo, no importa cómo queden, he descubierto que hacerlo es lo único que logra hacerme olvidar todo, todo. No pienso en nada, flip flip el pincel, flip flip y dejo que los colores se lleven mi mente y me la devuelvan sonriendo.

Ayer llegué a la conclusión de que nunca podría ser pintora (me lo agradecerá mi generación y la que sigue) pero que tampoco esto es un hobby ni una terapia. Es, simplemente, poner color.

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