El diálogo inició hace años. Se interrumpió por las mismas cosas que se interrumpen las mismas cosas, el factor misterio. El caso es que forma parte de mi círculo virtual y tenemos esporádicas charlas que breves profundizan. En ese pequeño tiempo que se da entre los capítulos sobre la gran Olga Orozco, y yo me doy entre exámenes, promedios y libros, el Sicofante saluda. Habla. Lee. Dialoga. Ríe.
Hablamos de libros y de hijos.
Hablamos de hijos y de libros.
Creo que una vez hablamos de los pantalones de un profesor de la universidad.
Le he confiado mi nuevo proyecto de no-escritura para la escritura.
Lo ha entendido.
Me ha confiado su deseo de leer lo que le venga en gana y YA.
Lo he entendido.
Nos hemos confiado que toda esa verdulería de ser escritor y moverse en el medio no nos va.
Supongo que hemos entendido que llega un punto en el que no importa ser publicado y leído y todo eso, importa la escritura por la escritura.
Y la lectura por sobre todas las cosas.
Hoy le hablé del olifante que quiere mi hijo de ocho años. Se sorprendió. Hoy caí en cuenta que que apenas puedo esperar para saber con qué nos saldrá el hijo del Sicofante.
14.11.07
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