14.11.07

QUE SIEMPRE NO...

Pos rulta que Ortuño no viene no puede o noséqué. El caso es que considerando que no lo voy a presentar y que yo no pertenezco a ningún medio de comunicación como para publicar lo que iba a leer y porque ya saben que siempre hago lo que me da la gana, aquí va una probadita del borrador de lo que iba a decir:

ANTONIO ORTUÑO, EL BUSCADOR DE CABEZAS o bien DE CÓMO ORTUÑO NO PASÓ EL ISO 9000.

Si la literatura mexicana actual tuviera que pasar por el ISO9000 no sé qué pasaría. Como saben El ISO 9000 fue creado para lograr calidad estandarizada, su beneficio es, entre otros, crear empresas comprometidas con su cliente, reducir rechazos e incidencias en la producción, asegurarse de que la empresa lleva a cabo una mejora continua y un aumento de productividad. Así que, creo que si la literatura mexicana saliera avante en el ISO sería algo bueno, ¿no? mayor productividad y mejora continua en sus autores, pero también estaríamos hablando de un estándar, del deseo de reducir el rechazo y la incidencia. La nuestra, sería una literatura que no arriesga, que no incide que no teme ser rechazada y que se mueve sólo por el compromiso con su cliente. Libros con decoro, eso tendríamos.

Sí, ya sé, ya sé, el ISO 9000 no viene al caso aquí, pero la verdad mientras más leo, mientras más nuevos libros nuevos autores, o mientras más libros mismos autores, siento que alguien, silenciosamente, nos está aplicando el dichoso ISO. Porque digan lo que digan, la sección “literatura mexicana” de estantes de librerías y bibliotecas no muestran una obra literaria que, al menos a mí, me gustaría leer: polémica, universal, arriesgada, intensa. Ya lo dijo de mejor modo y sin la analogía tonta del ISO, Rafael Lemus: “Hace décadas que ninguna generación deviene, en nuestro suelo, una escuela, un estilo, una ruptura (…) no se opone a su tradición. Es lo que es…”

Por eso, por todo esto, toparse con una novela como El buscador de Cabezas de Antonio Ortuño le devuelve a uno el ánimo. No todo está perdido, no todo son cenizas, no todo es reiteración, costumbrismo, provincia, frontera, tacos de canasta, viajes en metrobus. No todo es impotencia o importancia literaria. Antonio Ortuño hace del escombro, una narrativa. Busca y encuentra. Y la suya no es una búsqueda del artilugio de la sintaxis, ni de la estructura apantallante o de esas otras cosillas tan trendies hoy en día. La suya es una búsqueda más sencilla y necesaria. Ortuño buscó una buena historia y encontró la forma de contarla bien, punto. “Ajá, ¿y?” me pueden decir ustedes. Pues resulta que yo pienso que mientras más y más autores de este país caminan por una narrativa inmóvil, Ortuño ha creado la forma no sólo de hacer una narrativa móvil sino brutalmente móvil, desmesurada, delirante y eso, debo admitir, a mí como lectora me parece admirable. La narrativa debe ser así, tan desmesurada y delirante como la existencia misma.

Dicho esto, me dedicaré ahora sí seriamente en el resto de esta página a hablar de esta novela... (no continuará)

1 comentario:

overcast dijo...

pues no presentaremos un buen libro donde el escritor es mucho mejor que el novelista (que queda a deber al final). ¿recuerdas esa cabeza rodando por una escalera hasta el pasto de un patio. Recuerdas el perro que la lamía? pero bueno. sabes, justo cundo le terminé de leer un nazi de rancho me lo robó de una banca. ojalá y lo disfrute. saludos.