3.12.08

MI TÍA CUCA

Mi tía Cuca nunca hubiera podido ser una Mafalda, por más que lo hubiera querido y por más hilos mafaldescos que la tejían por dentro. No hubiera podido porque su papá no la hubiera dejado; A sus cuarenta años era hora que no podía vestirse de otro color que no fuera café, azul marino, negro, "porque una mujer decente debe usar colores decentes". Una vez compró un saco rojo en Liverpool, se la jugó, supongo... pero no, nunca se lo puso. Insisto, mi tía tenía más de cuarenta años.

No se casó. El único novio, del que supimos, era un viudo que la adoraba, se quería casar con ella, llevársela a vivir a Oaxaca en su enorme casa, pero no, su papá tampoco la dejó hacer eso porque "¡cómo se iba a casar con un viudo!".

Mi tía Cuca dedicó su vida a cuidar a sus padres y a estudiar lo que sí tenía permiso de estudiar. Mi tía era maestra de música: tocaba el piano, cantaba ópera, pintaba, hacía cuadros enormes de la Virgen del Carmen en pirograbado, se hacía suéteres y faldas tejidas en gancho o en agujas. Utilizaba su sueldo para pagarle la carrera a su hermano menor y comprar material para su costura, pintura, cerámica.

Mi tía Cuca era prima de mi papá pero se volvió la mejor amiga de mi mamá. A mi mamá le decía Chivis, a mí me decía Sylvita. Me cuidaba cuando era chica y mi mamá estudiaba en la Normal Superior durante todo el verano. Aprendí dos piezas infantiles en piano gracias a ella. Las he olvidado. Pero recuerdo que cantaba precioso y que preparaba el mejor mole oaxaqueño que he probado. Tenía las mejores historias. Sus manos eran las más diestras. Su piel, la más blanca.

Mi tía Cuca tenía el cabello largo, más allá de la cintura "porque así debe ser" le decía su papá. A los meses de la muerte de él, se lo cortó. Creo que fue el único acto de rebeldía que le vi (y ni siquiera sé si fue un acto de rebeldía). Pero siguió usando colores oscuros y siguió viviendo ahí y siguió siendo la hija que cuida del hogar familiar, siguió siendo la tía que nunca se casó.

Mi tía Cuca llegó a los cincuenta, quizá rozaba ya los sesenta cuando se enfermó. El caso más extraño del que he escuchado: se le secaron los intestinos. Larga estancia en el hospital hasta que le sobrevino un infarto cerebral.

Mi tía Cuca, murió el viernes.
Teníamos años de no verla, pero era la tía Cuca, uno sabía que estaba ahí, llamaba en navidad nos decía que estaba cuidando de su mamá que ha llegado a los noventaytantos años y lo ha olvidado todo. Me han dicho que en el funeral la tía abuela comía y reía como si estuviera en una fiesta, ignorándolo todo, como si la persona que estaba ahí siendo velada en la sala de su casa no fuera la tía Cuca, la hija que la acompañó toda la vida, como si esa reunión en que todos vestían de negro fuera una fiesta y no el velorio más triste de todos.

Mi tía Cuca no hubiera podido ser una Mafalda, pero de haberlo sido, hubiera sido la mejor de todas. Estoy segura.

2 comentarios:

Pina dijo...

qué familia tan bella, Sylvia!...tan querida, tan abrazable

es de agradecer que nos dibujes esos rostros y rastros de ellos en sus distintos luagares y tiempos desde donde estás

de verdad, gracias gracias gracias...
con un abrazo y con la nueva ausencia de una poeta, Doña Enriqueta Ochoa, mujer que también en su tiempo tuvo que esconder sus escritos... una historia parecida en cierto modo; ya sabes... la época que le tocó vivir, las costumbres machistas, etc. Y eso que ella no fue precisamente una feminista, sino una MUJER y POETA en la extensión plena de la palabra.

Lady of Shalott dijo...

abraxo