Una, sabía bien que había elegido a las presentadoras ideales para el libro. Una sabía que la una y la otra eran las lectoras que cualquiera desearía. Pero una nunca se hubiera imaginado todo todo todo lo que las palabras de la una y de la otra le harían sentir. Una nunca se hubiera imaginado que esa era la mesa de las coincidencias. Silvana y su voz y su meticulosidad y su gracia y su perspicacia. Leticia y su voz y su voz y su voz y su manera de hilvanar ideas, emociones, su manera de embrujar al público con su inteligencia. Y una, aguantándose las ganas de jotear y llorar en este o aquel momento.
Ayer, una experimentó muchas emociones. Ver a las amigas y a la familia. Al hijo. Ver a los profesores y profesoras, a los alumnos de este semestre, del pasado, de muchos semestres pasados, ver a alumnos que aún no han pasado por un semestre en mi clase. Ver a secretarias, a gente de distintos departamentos, hasta a la encargada de nóminas ahí y comprando el libro. La fila para los abrazos y la fila para la firma de libros.
Para una, fue un evento pequeño y grande a la vez.
24.4.08
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