Hubo alguna hora de la tarde en que me venía, me tomaba un entristecer. Y hallaría una distracción en vigilar la limpieza justa de cada lugar, de cada rincón, aún detrás de las puertas, por entre los muebles. Y la limpieza de la vajilla. Y azuzar, como si no fuera una mujer frágil.
Los días sentimentales, Nicolás Peyceré
30.8.06
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