Pues básicamente el famoso esguince vertical se ha convertido en una pesadilla. Uno de los medicamentos es un relajante muscular que me atonta (como si no fuera suficiente la tontera natural de una), el otro es para el dolor y la deja a una con una gastritis fantástica. Siempre tengo sueño o estoy de malas o con el ánimo por los suelos. Dormir es un martirio. Para que mi cuello sea tan divino como antes tengo que hacer diez, DIEZ, sesiones de terapia que por cuestiones laboratoristas tendré que realizarme en TJ. No debo manejar así que adiós placeres automovilísticos... La lista puede continuar.
Eso de ser otra vez la de la cosa en el cuello no es nada agradable. Lo único que me salva son los prendedorcitos que le cuelgo al collarín cada vez que salgo. Lisiada, sí, pero con estilo.
11.6.06
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