Esta es una historia de dos dientes. Los protagonistas son un hombre y una mujer, y dos dientes, uno de ella y otro de él. La pareja decide vivir juntos. Él y ella viviendo ese extraño espacio de felicidad que se da entre dos personas y que a veces dura tan poco. La historia inicia justo en la mudanza. Ella, haciendo un derroche de la fuerza que en realidad no tiene, arrastra un mueble que luego resulta peligroso pues de alguna forma se le viene un poco encima y le da un solo golpe seco y punzante que logra, sorpresivamente, no sólo lastimarle el rostro sino incluso, tirarle un diente.
Es difícil narrar lo trágico que es esto para ella, expresar la vergüenza que la posee al sentir su dentadura incompleta y, por lo tanto, su belleza desecha. La caída de ese diente es algo tremendo para este personaje. Ella se encierra en el baño a mirar su diente, es decir, su ausencia de diente frente al espejo. Él está del otro lado. La llama, toca la puerta incesantemente. Le pregunta ¿estás bien, linda?, ¿te lastimaste? ¿necesitas algo?, ¿me dejas entrar, te puedo ayudar? Ella se niega una, otra y otra vez. Hasta que finalmente, cede. Abre la puerta sin decir palabra, extiende su mano derecha y le muestra su diente caído. Rompe en llanto. Él la abraza, le dice que no pasa nada, que ahorita, ahorita mismo van al dentista, que no tiene nada de qué preocuparse. Ella confortada por él, por sus brazos y palabras, esboza una leve sonrisa y le dice, buscando compensar su dolor: ¿cuánto dinero me traería el ratón por un diente adulto?, ambos rien hasta que él responde: mucho, mucho dinero.
No es necesario describir la cita con el dentista, ocurre lo mismo de siempre, los sonidos son los de siempre y los olores también. La situación es, por supuesto, dolorosa para ella. Pasada la cita, ambos vuelven a casa. Ella se va a la cama, el sedante, el dolor y el ajetreo del día en general la tumban. Mientras duerme, él termina de acomodarlo todo en la casa. Entre una caja y otra, entre un mueble y otro, tiene una idea. Descubrir al otro día bajo la almohada un hermoso anillo y una nota diciendo “El ratón dejó esto para ti”, le pareció a ella el gesto más maravilloso del mundo. Así se lo dijo: “Este es el gesto más maravilloso del mundo, nunca lo olvidaré”.
Lo que sigue tiene que ver con otro diente. En esta ocasión es un diente de él. Un diente que salió de su boca, también con sangre y también como resultado de un golpe. Pero esta vez el golpe no vino de un mueble, sino de un puño. El puño de ella. Fue la última vez que tuvieron una discusión. Ambos se miraban con el odio que sólo generan el tiempo y el hartazgo. Ambos apretaban sus puños como si fuera ya el único remedio. Poco importan los motivos. Ambos al ver caer el diente supieron que había llegado el final de esta historia. Él limpió la sangre de sus labios y se marchó. Ella observó el golpe en su ojo, en su quijada y se aseguró de que su dentadura estuviera intacta.
5.6.06
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