20.8.08

AMANECIMOS CON EL ORO

vimos la premiación, nos dieron ganas de llorar, especialmente porque la noche anterior nos aventamos un reportaje con los padres del ahora triunfador olímpico mexicano y a nosotros las lágrimas de las 'ñoras por sus hijos nos ponen la piel chinita (muy ad-hoc con los olímpicos), luego más piel chinita por el himno nacional (yo no sé de dónde me surge tanto cursi patriotismo), llegamos a la oficina, nos hicimos un café que no quedó tan rico (pa qué mentir) pero dadas hasta las trompadas (dice mi madre) (quien por cierto nunca me dio una trompada, vale más aclarar); luego hicimos la comenta sobre el encuentro matutino y la medalla olímpica con los alumnos, tuvimos clase, preparamos material para las siguientes clases y a eso de las 10:44 de la mañana nos dimos cuenta de que hablar/escribir en plural puede ser muy, muy gracioso a pesar de que uno, sólo es uno (y porque uno, se crea o no, no sufre ningún desdoblamiento de personalidad) (al menos no que se sepa).

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