9.4.07

H.P.

Después del post catártico pos-hombre-en-mi-patio. Puedo ya platicarles que la semanita de vacaciones me cayó de perlas. Arreglé cajones y clóset, barrí como Dios manda y no sólo por donde pasan las hormigas, trapee y sacudí. Vi no sé cuántas películas y enseñé a mi hijo a levantarse a las diez treinta de la mañana como mínimo.

Leí, claro que leí.

Pero no leí nada que tuviera que ver con el Holocausto o con Kertézs. Nada que tuviera que ver con la casitesis. Nada. No Coetzee, no Pamuk, no Homes, no Gaitskill. Nada que tuviera un milímetro de la realidad que agobia. No señor, no. Mis ojitos y mis nochecitas estuvieron dedicadas a Madame Rowling. Sí, créanlo o no, leí el quinto libro de Harry Potter. Calderos, escobas, varitas mágicas, capas invisibles, magos torpes y elfos malhumorados, hicieron de mi semana un mundo donde el citox no es necesario.

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