Estoy leyendo un libro de poesía de María Negroni, cortesía de Abraham que siempre me trae libros, sonrisas y bellas imágenes. Sus páginas le han dado forma a estos días. Ayer justo leía y con este poema, este preciso poema, pensé mucho, muchísimo en mi amiga L, mi amiga que bucea cerca de tiburones (no es metáfora). Pensé en teclearlo y enviárselo a su correo pero ¿cómo no compartir con otros este poema? So, aquí va. L: he puesto en negritas algo que es para ti y sólo para ti.
La noche es rosada, el momento supremo en que se
instala. Desde el borde, un poco más oscuro que
separa al mar del cielo, una piccola barca viene hacia
mí mientras el muelle de Hôtel des Baines se mece en
forma distraída. O a lo mejor soy yo la que se
mueve hacia el centro del océano, yo la que espera
del encuentro la corrección de algo. Concentrarse.
La imagen no durará y una fotografía no probaría
nada, ni siquiera la existencia de este mar de hule.
¿Qué vacío sostiene este paisaje? ¿Qué antinoche
esta noche? El crepúsculo es el movimiento. Yo y la
piccola barca, la excusa. Sólo quedará la bruma (o el
recuerdo de la bruma), el eterno viaje sin objeto
hacia una máscara siniestra. Ese gesto. Tadzio.
Todo de película. Ya casi no se ve. Sin que yo lo
notara, la barca ha desaparecido. Algo de mí se ha
ido también, uno de mis rostros. Déjalo ir.
de El viaje de la noche, María Negroni, 1994.
29.10.09
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1 comentario:
Uff...genial, fue como estar ahí. El mar, hay que ir al mar...
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