Ustedes no saben lo que se siente que ella les diga buenos días maestra y los reciba con la oficinita de primer mundo bien ordenadita (unlike you left it the day before) y, mejor aún, que vea la cara de desvelo que se cargan en viernes y no sólo no la critique sino que además la conforte con el café que ella prepara para sí y que no es el de los profesores (café de a de veras no de maquinita) y que entrega en sus manos calientito con crema y azúcar de cada lado.
El día que tengan a una Doña Rosario, erán felices y entenderán mi vida y la paz que ella trae a mi desvelo.
Ustedes, los que no tienen a una Doña Rosario, no sé cómo sobreviven.
Lo juro.
2.10.09
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