Anoche, mientras revisaba trabajos de mis alumnos veía de reojo la tele. Pero fue necesario hacer a un lado los trabajos cuando comenzó el programa ¡No te lo pongas! que tenía años sin ver. Es la versión gringa (me pregunto si las inglesas aquellas siguen existiendo). Y aclaro que es la versión gringa porque para mí eso es sinónimo de hay muchas áreas de trabajo para los productores y conductores del programa.
Ayer fue el turno de una niñera con el cabello hasta las rodillas, alta como palmera de California y con cejas tupidas como maleza de los pantanos de florida. Tenía cuatro mil dólares y nomás no sabía cómo gastárselos. No se dejó cortar el cabello. Se ´negó a comprarse tenis de colores pero por lo menos aceptó cambiar el estilo de pantalones.
Veía el programa y entonces me vino una imagen a la cabeza. Yo en mi credencial de elector. Yo antes de Natalia. Yo con los cuellos redondos o de tortuga, yo con el color café y el negro por sobre todas las cosas. Yo con zapatos cerrados. Yo, pues, nada parecida a la de hoy que tiene el cabello corto, el tinte diferente cada tanto tiempo, que combina el naranja con el rosa, que tiene zapatos rosas y morados y que teje exóticas bufandas.
O sea yo cuando comencé a obedecer mi instinto y mi deseo de no pasar desapercibida. Yo el día que me dije a mí misma ¡póntelo! Todo esto, seguramente, es una superficialidad de pies a cabeza pero el póntelo se parece tanto al aviéntate que me pone feliz ver que no soy la que fui. Eso de transmutar es curioso.
Claro, estoy segura de que si fuera invitada al programa esos ingratos tirarían la mitad de mi ropa y de mis zapatos pero a estas alturas no me importaría mucho con tal de recibir cuatromil dólares, consejos, corte y maquillaje gratis.
12.2.09
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
Me ha hecho gracia el título.
Me ha recordado esta campaña publicitaria de 1990.
http://www.youtube.com/watch?v=lx4bWN4eNM0
En broma.
Publicar un comentario