Hice tanto este largo fin de semana: entregué mi cráneo y mi sacro a un especialista de cráneo y sacro. Mi cabeza dio vueltas, mi cuerpo se sintió extranjero, mi lengua no encontraba palabras. Me fui a la playa dos días, leí un libro sobre la arena en menos de dos horas, luego la mitad de otro y por la noche releí uno más (el de siempre). Entre una y otra cosa escribí TANTO, por lo menos, treinta cuartillas sentada en una ventana que daba al mar (bueno a un poste, a un techo y luego al mar). Comí delicias y fui tratada con enorme cariño y cuidado. El mar es sin duda un buen lugar para abrir historias.
Ayer caí presa de las garras de una fiebre rarísima; y así, encamada: recibí desayuno de mi hijo y comida de mis padres, comencé un chal que no sé cuándo voy a terminar y no importa. Comencé a ver la primera temporada de Héroes (y por cierto can't wait to continue today). La fiebre -sin importar cuántos tempras- no cesaba pero que mi dulce hada-vecina voló, alivió y explicó (no sin la ayuda, claro, de La Maestra) y cuando la noche aterrizó en mi techo, la fiebre había bajado, mi rostro era otro y mi expectativa para esta semana reluciente.
Hoy, llego a la oficina y me encuentro con un regalo inquietante, emocionante, hermoso: agujas MUCHAS agujas y estambres provenientes de cierta Capitana que ha roto el flanco del tejido y me hereda la misión.
¡Tengo tanto, tanto qué hacer! No, no es queja es presunción.
(es otra fiebre la que tengo ahora, fibre por hacer)
18.11.08
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