Hicimos un viaje relámpago al curioso (ah, los eufemismos) estado de Sinaloa de seis-siete horas de ida y seis-siete horas de regreso para ver, oír y cantar con Víctor Manuel y Ana Belén. El lunes nos agarra cansadas, adormiladas pero eso sí con la sonrisa de oreja a oreja por estar a cinco filas de los dos españoles de los cincuentas que aún conservan la voz aterciopelada, el cutis divino y el temple que una, nacida veintitantos años después, a veces de plano no tiene.
Fotos, crónica y demás detalles en otro post. De momento, tengo que calificar lo que no califiqué el fin de semana.
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