Este fin de semana el juanan lo tuvo un poco difícil. El domingo amaneció triste, con dolor de cabeza, con un huequito en el alma que no podía definir. Hice lo que cualquier mamá: terapia de pan francés, caricaturas, charla, apapachos, cine, palomitas, invitación a mi cama, piojito. El lunes estaba un poco mejor, pero lo cierto es que el huequito seguía ahí. Hice lo que cualquier mamá: lo llevé a comprar el material necesario para hacer banana splits. Nieve de vainilla, nieve de chocolate, mermelada de fresa, crema batida y nuez (sí, me faltó el chocolate líquido). Nos pusimos ese día una tremenda panza de calorías. Ayer él repitió la operación. Y esta mañana amaneció con la sonrisa de siempre.
Supongo que si tuviera ocho años más la solución no estaría en un banana split. Estoy segura que aún hoy la solución no es un banana split, sino lo que esto significa. Detrás del plátano, la nieve y la mermelada está la certeza que quiero que mi hijo tenga en cuanto a que haría básicamente cualquier cosa por él. Para evitar los golpes de la realidad, para amortiguarlos, o para estar ahí con un banana split cuando éstos son irremediables.
6.6.07
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1 comentario:
necesito una banana split.
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