Leí Un día de placer una pequeña novela del polaco Isaac Bashevis Singer. El libro se compone de una serie de relatos que nos muestran las diversas experiencias del autor, hijo de un rabino, durante sus primeros catorce años de vida en Varsovia. El interior de un hogar judío, el interior de un mundo cuyo eje es la religión es visto y relatado de una manera dulce, simpática, inocente. Aquí no se cuestiona la rigidez de las tradiciones judías, ni sus buenas dosis de tragedia e insensatez (que las hay), aquí se nos muestra un mundo de sabiduría, de bondad. De fe. La conformidad. Bashevis Singer abre su infancia de par en par con un dejo de nostalgia y humor. Se nos muestra el mundo judío antes de.
El rostro de la fe.
Pero pasados esos años y llegado antisemitismo al poder, la historia cambia. El autor húngaro Imre Kertész nos permite observar lo que habría de seguir. La vida de un judío de catorce años y sus experiencias en un campo de concentración son la columna vertebral de su novelaFateless. Aquí no hay un mundo de sabiduría y de bondad, y ni siquiera de nostalgia. Hay, en todo caso, la conformidad hacia el mundo real. La existencia como la más cara de las condiciones. Si el niño de Un día de placer no ve el mundo más allá de su condición, el niño de Fateless está consciente del mundo (el interno y el externo), consciente de su condición y de su destino ausente. Uno no puede sino sentirse derrotado por esa comprensión. La conformidad del cautivo.
El rostro sin fe.
Tanto Bashevis Singer como Kertész fueron premiados con el Nobel, el primero en 1978, el segundo en 2002. Asumo, sin duda alguna, que por razones completamente distintas. ¿Qué se quería oír en los setentas y que nos negamos a oír en el dosmil?
16.1.07
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario