Va, pues finalmente la usé, finalmente saqué de mi ronco pecho la frase esa. El hijo y yo discutíamos por algo que yo consideraba una necedad de su parte (vaya usted a saber cuáles son mis parámetros para las necedades). Ninguno de los dos cedía, en ese forcejeo verbal se lo dije: "Tienes que hacerlo, ya tienes casi ocho años!". Lo dije, por supuesto, otorgándole al casi-ocho-años el valor de la madurez total. Lo miré, me miró, exhaló y me dijo: "hay que ser niño, mamá". Me quedé, como de costumbre, sin palabras y con la risilla esa que uno nunca sabe cómo describir. Desarmada.
¿Les he dicho que lo amo?
Así que básicamente lectores, tenemos que hacernos a la idea de que el de siete no es el de siete, ni el siete y medio, mucho menos el casi ocho: él es quien es. Y no hay que ser niño para entenderlo.
24.11.06
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