He amado a una mujer, he besado - por días enteros - el espacio claro de su vientre, he naufragado sin remedio en su cuello. He recorrido la distancia que hay entre su frente y sus tobillos. He cruzado la línea oscura que esconden sus muslos. He creído - más de una vez - que no hay nada comparable con el placer de horadarla.
He besado a una mujer como un instinto de supervivencia, como quien sale de la profundidad del mar buscando la bocanada de aire que habrá de devolverle la vida. He besado como si nunca antes lo hubiera hecho.
Pero también, he golpeado a una mujer porque no he sabido qué más hacer para detener su paso, su prisa, su risa. He limpiado - con mi lengua - la sangre asomada de la comisura de sus labios. He curado las marcas de mis puños sobre su piel. He fracturado un brazo y dos costillas el cuerpo que busco - necio - al final y al principio del día.
Yo, he caído - vencido - ante el desdén de una mujer que duerme siempre con el miedo de amanecer en mis brazos.
24.11.05
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1 comentario:
está buenísimo el relato. ojalá entres a mi blog. elena
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