Vas a llegar, besarás mi frente, preguntarás cómo estuvo mi día. Te voy a decir que bien, corregiré y diré, muy bien. Te quitarás los zapatos, los calcetines. Me pedirás un vaso con agua muy fría. Mientras te lo traigo caminarás alrededor de la casa. El piso se siente muy limpio, dirás. Voy a sonreír, voy a sentir que la suerte está de mi parte. Te entregaré el vaso con agua, lo pondré sobre el portavasos, en la mesa. Ven, me dirás. Tomarás mi cintura y me besarás. Sentiré que el universo está de mi lado. Pero luego preguntarás ¿y eso?, me dejarás ahí mientras tú, avanzando hacia la ventana señalas algo que yo no veo. ¿Es una mancha? Seguiré sin verla pero diré que sí, que es una mancha en la ventana.
Ocurrirá lo de siempre.
Buscaré algo con qué limpiarla y tú aprovecharás para revisar otros rincones y me dirás que juntos le demos una limpiada a la casa. Te diré que sí: comenzaremos por el baño y terminaremos en la cocina. El azulejo, el piso, las ventanas y todo nuestro hogar será el espacio impecable que tanto anhelas. La blancura que te satisface.
Cuando terminemos me besarás. Nos iremos a la cama y haremos el amor abrupta, violentamente. Terminaremos, querré seguir en tus brazos y tú simplemente te levantarás a limpiar esa mancha de mí en tu cuerpo. Volverás a la cama, besarás mi frente y cerrarás los ojos.
Y yo, permaneceré en vela pensando en el azulejo, en el piso y las ventanas.
28.11.05
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