9.3.08

EL PERRO DE LA CASA (relatillo)

uno
Ayer me deshice del perro de la casa. Le abrí la puerta y le dije: "vete". Él me miró apenas unos segundos y se salió, corrió corrió corrió a la esquina con el contento del que encuentra el viento por vez primera. Luego, regresó. Se paró frente a mí y se sentó. "No", le dije,"vete, ya eres libre, tienes que irte" y cerré la puerta.

Lo escuché ladrar mucho tiempo.

Con los ladridos de fondo me escuché diciendo hace muchos meses "lo único que nos falta es un perro" porque, entonces, así lo creía. Un perro era lo único que necesitaba esta casa para ser un hogar. Todo lo demás estaba dispuesto. La cocina armada, los tapetes en la sala, el comedor. Los adultos en una habitación y el niño en la otra. Y si bien el niño era sólo sangre de uno de los adultos, el niño era también el cariño del otro de los adultos. "un perro, y seremos una familia", afirmé.

Unos días después el perro, apareció.
Llegó como llegan las cosas siempre: de la nada.

El niño de la otra habitación y uno de los adultos corrieron tras el perro, se aseguraron de que no fuera el perro de nadie. "Nos lo quedamos" dijo uno o dijo otro, no recuerdo. Así me pasa, no lo recuerdo todo.

Pasaron, pues, noches de muchos ladridos, de muchas molestias, de miradas hostiles de los vecinos. Días sin convencimiento. Pasaron, luego, meses de menos ladridos pero meses de otras molestias. Yo me decía, no sé si para tranquilizarme o para convencerme "no, esto no es una familia, esto es un acuerdo y el perro una mascota solamente".

Los ladridos hicieron silencio. Para la noche, ya había olvidado el perro. Nadie ni el otro adulto o el niño de la otra habitación preguntaron nada.

Cuando nos dormimos el mundo era silencio.

Esta mañana, al volver del trabajo, afuera de la puerta de mi casa estaba él, el perro. Me miraba. Sentí que sonreía. Le serví agua, me senté con él en la banqueta y tuve ganas de preguntarle por qué no se iba y cómo le hacía él para encontrar el deseo de estar aquí, en una casa que no es hogar.

dos
Yo, escapaba del mundo.
Y encontré unos brazos y encontré una puerta y encontré un patio y recibí agua y recibí comida y recibí cariño. Y escuchaba palabras dulces y otras no tan dulces. Y escuchaba palabras que eran para mí y otras que no eran para mí que eran igual, dulces y no tan dulces.

Un día, me abrieron la puerta.
Salí, corrí y luego volví, "vamos", le dije, "vamos, vamos a correr ahí, allá, lejos lejos lejos". La puerta se cerró. Le volví a decir "vamos vamos vamos, abre" y nada.

No sé dónde dormí y el frío se siente más cuando no sabes dónde estás.
Volví por la tarde. Esperé. Esperé. A uno no lo reciben así para luego dejarlo ir, así.
Y me quedé, al lado de la puerta, al lado de la casa, alguien habrá de venir, abrirá la puerta y dirá "entra, tú, eres el perro de la casa".

tres
Mi madre lo encontró, "mira, mira ese perro, puede ser el nuestro". Tocamos las puertas de los vecinos, preguntamos a los vecinos. Este era el perro de nadie y se hizo el nuestro. El perro de la casa. Se lo mostramos a él y me preguntó"¿tú quieres un perro?" y yo dije "sí, está bien".

Juntos le compramos el collar,el plato, las croquetas.
Tomábamos turnos para darle agua, darle comida, acariciarle el lomo.

Un día dejamos de hacerlo.

Fue cuando mamá dijo: "este perro se tiene que ir". Y lo hizo, ella le abrió la puerta y se fue. Yo, yo no sé que siento, dibujo un perro en mi cuaderno de mate y le escribo abajo el perro de la casa. Sí, me gustaría llegar a casa y que él estuviera todavía ahí. Así como me gustaría llegar y que mi casa siguiera ahí. Porque a veces, a veces creo que un día voy a llegar y nada, nada estará ahí.

Mi casa, será un terreno vacío.
Un mundo sin casas.

No hay comentarios.: