8.10.07

NARRADORA, INDEED

Realmente nunca he tenido dudas de que lo mío siempre ha sido la narrativa (bueno quizá ese poema que le escribí a mi madre diciéndole que era como una rosa delataría mi veta poética de los siete años), cuando doy clases, narro, cuando le explico algo a mi hijo, narro. Y aunque ya lo sospechaba esta mañana lo comprobé: cuando sueño, narro.

Tuve un sueño muy interesante. Mi sueño es un cuento. Un cuento que no he escrito. Un cuento que había pensado en escribir hace semanas. Yo, en el mundo real, tenía una línea solamente. En mi sueño el cuento estaba completo. Mi voz, en off, narraba. Mi voz, callaba, y cedía turno a los personajes. A veces uno olvida los sueños, pero yo recuerdo cada uno de los eventos, el café donde todo inicia, la calle que recorren, la luz, los silencios, las miradas. Recuerdo el auto, la calle, el perro que acarician mis dos personajes. Recuerdo la lluvia, el frío, la cama pequeña que a fin de cuentas no comparten.

Cuando terminé de narrarme el cuento, me desperté. Así, de pronto. Eran las 4:30 am. Me quedaban aún 20 minutos para que sonara mi alarma. Tuve una sensación extraña, una certeza que pocas veces experimento, y decidí tratar de dormir otra vez para retomar la historia. Había otro final posible. Dormí, soñé, narré.

A las 4:50 sonó mi despertador. Tomé la libreta, hice unas notas. Quizá Jen Hofer estaría orgullosa de mí. El experimento 3:15 no está tan lejos de mí.

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