23.8.07

SEÑORITA POETA

Usted no lo sabe pero había un programa, hace siglos, que se llamaba Señorita Cometa. Ella, la Señorita Cometa, era muy divertida. Cuidaba a dos niños. Cometía muchos errores y, al final de cada episodio un pequeño dragón la castigaba apareciendo una mancha en su mejilla. Menciono esto por simpleza, porque señorita poeta y señorita cometa suenan parecido. He leído su correo. Es breve, como usted. Pero he tenido tanto, tanto, tantísimo trabajo que no he podido sentarme decentemente a contestarlo. Tampoco había posteado nada en días. Decidí matar dos pichones de un tiro (usted sabe por qué digo pichón).

Me alegra saber que aprende, que la pasa bien, que se da cuenta de que en ese lugar académico no va a aprender mucho. Y no, yo no voy a ser su dragoncito que le hará una mancha en la mejilla. No me parece que se haya equivocado. Me parece que hay cosas que uno simplemente tiene que vivir para no tener que oírlas, soñarlas, leerlas o incluso escribirlas.

Yo estoy bien. Cada día tengo más claro que soy adicta al trabajo. Tengo siete grupos, lo cual implica algo así como doscientosdiez alumnos a quienes hay que escuchar, evaluar, enseñar. Me gustan mis clases, me gusta dar clases. Lo malo es calificar.

Y bueno, mientras usted sueña con balazos y persecuciones yo sueño mis propios balazos y mis propias persecusiones. Los balazos son las misivas de mi hermana. Su puño y letra le deja a uno el alma agujereada. Me persigue la novela. Me niego a continuar su escritura por algún tiempo y ella me acosa día y noche. Me dicta palabras mientras manejo. Me dicta oraciones enteras mientras camino.

El otro día tuve que hacerme cargo de un gatito muerto. Estaba frente a mi casa. Era de noche. No podía yo permitir que saliera el sol y mi hijo lo viera, que mi hijo viera al gato que había maullado todo el día anterior. Fue difícil, no puedo explicarlo. Pude haberlo dejado, haberlo pateado hacia la casa del vecino. Pero no. YO tenía que hacerlo. Yo tenía que cubrirlo en plástico, meterlo en una bolsa y cargarlo hasta los contenedores. Lo hice. Y aún no tengo claro qué tiré junto con el gato. Pero asumo que fue bueno. Ya sabe usted como soy, en todos lados leo algo.

En fin.
Reciba usted un abrazo. Siga escuchando su Placebo que yo tengo días escuchando The Quantic Soul Orchestra por razones que un día le contaré.

1 comentario:

Araceli Gallardo Peña dijo...

Como siempre sus palabras muy sentidas y profundas.
Un abrazo.