Cuando comencé mi vidita laboral a los dieciocho añitos mi papá me hizo sólo una recomendación que me ha servido desde entonces: sé amable con las secretarias. En su momento no me lo tomé en serio. El paso del tiempo me ha mostrado una veintena de veces que mi padre tenía razón.
Uno debe ser amable con las secretarias. Saludarlas. Preguntarle por sus hijos. Chulearle el vestido. Pedirle algún consejo personal, familiar, laboral. Uno, básicamente, debe respetar a su secretaria casi como a sí mismo (suponiendo claro, que usted crea en el autorespeto).
¿Por qué?
Porque si usted no lo hace su mundo será un caos. No le pasarán llamadas, no le sacarán copias o lo harán de muy mal modo, no le avisarán de las juntas (o lo harán tres segundos antes), no le dirán dónde está la oficina tal o cómo llenar el formato aquel.
Una secretaria enojada es peor que la ira de Dios.
Mucho peor.
Ame, respete y cuide a su secretaria por encima de todas las cosas.
31.8.07
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