17.10.06

... (fragmento de)

Cuando uno le pregunta de su infancia te menciona todos y cada uno de los nombres y apodos de sus amigos, te hace un recuento de lo que hacían en dónde y a qué horas. Si el tema es el cine te dirá sin problema cómo era el cine aquel de la calle que ya no está donde vio la película con la cual se enamoró de mamá. Le gusta que le pregunten de su nombre, decirte que es la herencia de aquel abuelo que estuvo a tres caballos de Zapata por meses y meses. Platica de su mamá y sientes que está ahí, frente a ti cocinando ese platillo favorito de todos, cantando esa canción que tanto le gustaba, regañándote como a él. Serías incapaz de escribir su vida de tanta que es. En sus labios nada es breve. Percibes los olores, reconoces las texturas, viajas pues a través de su memoria. Las imágenes se agolpan en su mente como eso que sientes en tu garganta al escucharlo. Narra como nadie, te dices.

Pero.
Hay un pero, el siempre pero. Le preguntas por su hija, tu hermana, la única otra. Quieres que te hable de ella. Y él sólo calla y calla. Su cabeza se mueve en no. Su cuerpo en no. Un no. Rotundo, seco. No lo escuchas pero lo sabes ahí.

Es el silencio que te arrumba.

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