Cuando llegó tu carta, mamá la leyó para todos nosotros en voz alta. Cuando terminó, ninguno de nosotros se atrevió a levantar la cabeza, a cruzar miradas. Ninguno emitió siquiera un suspiro. A la casa la devoraba el silencio de siempre y sin embargo, no era el silencio de siempre.
Era otro.
Uno nuevo.
Un silencio que no podría describir. Un silencio que cualquiera se hubiera negado a experimentar.
Mamá dobló la carta y nosotros las razones.
Pasamos el resto del día con las manos en distintas labores y la mente, la mente en otra parte.
¿El silencio? El silencio se quedó ahí. Vive con nosotros desde esa última vez que escribiste.
5.3.06
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