No cabe duda.
El paso del tiempo es inexorable.
El pequeño me hace saber que él ya sabe "leer sin hablar y sin mover la boca". Yo, por supuesto, soy toda aplausos y felicitaciones, de mi alma se desprenden palabras como: orgullo, gusto, maravilloso. Le digo que eso es muy de grandes, que prácticamente ya lee como leen los adultos. Él sin sonreír siquiera, con la indiferencia más tajante que cabe en su pequeño cuerpo de 22 kilos me dice: "ay mamá, si ya tengo seis y medio".
PAAAAS.
Odio como normaliza sus hazañas. No, eso es bueno. Odio como me hace sentir ridículo cuando hazaño sus normalidades.
Chale. El de seis ya no es el de seis.
La inexorabilidad de los seisymedio ha llegado.
24.8.05
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