27.11.06

RESISTENCIA

Cualquiera lo tomaría como una especie de indisciplina. Pero hace poco alguien me dijo que no era eso, que lo mío era resistencia. Ocurre así: Inicio cierto libro y prolongo, lo más que puedo, llegar a la página final. Me resisto. Me pasó así hace poco con una novela de Murakami y me está pasando ahora con dos libros uno de Lyn Hejinian y otro de Ron Silliman. No quiero que se terminen. La estructura de ambos permite que uno cierre el libro un cierto número de veces al día o a la semana. Ambos libros son hipnotizantes, es lo más parecido a probar una cucharada de algo suculento y quedarse con el gusto en el paladar por largo rato. Uno cierra la página y tiene ahí las palabras. Las palabras que se quedan que se trepan que se aferran a uno o quizá sea más bien es que uno se aferra a ellas como a todo aquello que no quiere que termine.

No me ocurre con todos los libros. He leído con la misma rapidez de quien desea deshacerse del dolor libros de otros autores. Acabé en tiempo maratónico Desgracia, por ejemplo. Quien lo ha leído ya, supongo que comprenderá por qué.

Hay palabras, sin duda, que requieren de resistencia.

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