La madre de Xuela murió el día en que ella nació “y así, durante toda mi vida, no hubo nunca nada entre yo y la eternidad; a mi espalda soplaba siempre un viento negro y desolado”. Pero Xuela, lejos de mostrar un profundo temor como consecuencia de la orfandad, crece con un total desdén e incluso una clara asimilación hacia aquello que define la existencia humana: el miedo. Ella no le teme a nadie ni a nada, se niega todo rastro de vulnerabilidad a pesar de que su vida en “la isla que perpetuaba el dolor” es un largo camino de pérdidas y derrotas.
Sí, pérdida y derrota, ésto es La autobiografía de mi madre de Jamaica Kincaid, quien realiza un escrutinio sobre la naturaleza humana bajo la tutela de una honestidad feroz. Con una suavidad inquietante, la autora muestra escenas en la vida de Xuela y de los que la rodean que denotan la imposibilidad de la existencia y no hacen sino repetir que “la brutalidad es la única herencia verdadera” y la muerte la única certeza.
26.4.06
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