Tenía todo el cuerpo cubierto por tantas cicatrices que parecía un mapa en el que las líneas fronterizas se hubieran dibujado una y otra vez, el resultado de batallas cuya conclusión nunca era definitiva. Durante algún tiempo sollozaba día y noche. Luego calló y no volvió a llorar jamás.
Jamaica Kincaid, La autobiografía de mi madre.
19.4.06
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