2. Then she appeared.
“Tienes que conocerla”, repetías en mi computadora; en el último mes era nuestro medio de comunicación básico. Entre tus viajes y mis tareas reunirse era casi imposible, hacía muchas lunas y muchas caguamas que no nos veíamos. Así que ahí, en mi pantalla, repetías: “Es una maravilla... lee, escribe, escucha música. Tienes que conocerla”. Yo te decía que sí, que luego, que con mucho gusto, que ya se daría la oportunidad. “¿Sabe quién es Elvis Costello?”, te pregunté. “No importa si lo sabe o no, importa la medida de sus palabras, la medida de sus ojos, el respiro quieto que me provoca verla”. Esto era grave, Costello ya no medía tus gustos.
Comenzaste hablar de cosas que yo desconocía en ti, cosas que no imaginaba que estaban en ti. Cosas que te desprendían de lo que solía creer de ti. Te escabullías, te me escabullías, la persona que creí conocer de memoria era otra, eras alguien nuevo, alguien embargado por una nueva forma de vida, tus palabras tenían brillo y ritmo propio. “Tienes que conocerla”. Repetiste una última vez. Y yo, afirmaba para mí: tengo que conocerla.
14.10.05
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