Nunca pensé que me ocurriría a mí.
Una cosa es que una escriba de este tipo de cosas, de este tipo de encuentros.
Otra muy distinta es experimentarlos.
Muy.
Pero tenía que hacerlo, Natalia me dijo que lo hiciera, por mi bien, por mi bien.
Así fue:
Ella estaba ahí.
Yo estaba ahí.
Mi hijo bajo un sueño profundo en su recámara.
El hogar todo silencio.
No one around, excepto ella y yo.
Tendríamos la intimidad necesaria.
Lo confieso, yo di el primer paso.
Ella, bueno, ella no hubiera podido.
Habíamos cruzado nuestras miradas tantas veces pero no pasaba de eso.
Ahora sería diferente. Nosotras: estaríamos juntas.
Inhalé, exhalé.
Estaba dispuesta a hacerla mía y la única manera,
el único modo, de hacerla mía era haciéndola mía: dejando en ella mis historias.
Sí.
Prendí la computadora que Juan me dio y comencé a escribir en ella para dejar de llamarla la computadora de Juan.
Ahora.
Es mía.
¡Oh, yeah, baby! toda mía.
La computadora de Sylvia.
12.3.04
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