17.8.09
DOMINGO DE PLAZA
Los planes maléficos de ir al cine ayer con la mujer que trajo al mundo a cuatro titanes (oséase: mi madre), se vinieron abajo por cuestiones de horario (oséase: porque llegué tarde por ella). Así que saqué a mi hijo de los brazos y del carro del niñero (oséase: mi padre) y junto con él y su ahora inseparable y audaz Ripstick hicimos algo que nunca nunca nunca hacemos: fuimos a la plaza.
Nuestros domingos de fodonguear frente a la tele, frente a la compu o frente al uno y el otro, quedaron atrás. Vimos una pequeña exhibición de bicicleteros acróbatas (y yo agradecida de que fueran bicicleteros y no patineteros porque de seguro el hijo hubiera querido copiar algo). Luego mientras él se deslizaba en dos llantas yo caminaba tratando de evitar los puestos de tostitos, de raspados, de nieves oaxaqueñasonorenses... lo siento, me venció el coctel de elote y me compré uno de veinte.
Vimos a gente con perro y sin perro, con hijos y sin hijos, con patinetas y sin ellas, con patines y sin ellos, con alegría y con coquetería. Vimos, como en canción de Calle 13: "ricos pobres clase media, cosas bonitas y un par de tragedias".
Vimos gente, mucha gente. Y nos sentimos gente y no los ermitaños que normalmente somos en domingo.
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