Día
El objetivo principal era pasear al pintor fuereño. Por eso unos cuantos artistas plásticos unieron fuerzas y centavos para invitar a CastroLeñero a Kino Bay. Unos se fueron en el carro del ISC, Nosotros nos fuimos en el Chevy, después de todo tiene dos llantas nuevas (que sigo pagando) un cidi (¿habré terminado de pagar?) y gasta poca gasolina (¿de veras será poca?). Abordo iban: dos artistas plásticos (uno atrás y otro adelante en plan de piloto), dos literatas (una atrás y otra adelante en plan de copilota), un niño de cinco años (en plan de
ya quiero llegar al mar, ¿cuándo vamos a llegar al mar) y una perrita de tres meses (rogando santa providencia y añorando su hogar). Sí, éramos Daniel, Juan, Edna, Sylvia, Juanantonio y Pigles (al menos así se llama esta semana). Edna y Juanantonio
hit it off desde el principio. ¿Quién no iba a adorar a una morra que te presta su celular con videojuegos?
De ida escuchamos a Musa, Los Rayasblancas, Los brillos, La Eli. Tomamos mucha agua, jugo, comimos papitas, galletas. Todo, antes de salir de Hermosillo. En el Superval de la calle 12, CastroLeñero hizo una compra curiosa: tres jabones zote, una bolsa de frijoles, papitas, azúcar y dos pastas de dientes. Cuando vimos las compras del artista conceptual nos preguntamos hacia nuestros adentros:
¿será ese material para alguna obra de arte conceptual? Nadie se atrevió a preguntar, sólo el de cinco,interesadísimo, preguntó:
¿de qué papitas llevas? Sabritas, le contestó él.
En Kino el clima fue amable, un viento fresco, el mar tibio, la brisa dulce. La perrita odió la arena desde el principio. Caminamos un poco, reímos mucho. Conchitas y plumas de gaviota. Fotos y dibujos en la arena, por supuesto, juguetear un poco en el mar y luego a comer al estero, donde las tostadas de jaiba estaban a diez pesos y los piquetes de zancudo eran gratis. Llegamos a las ocho de la noche a Hermosillo. Dejamos a la familia Ruiz en su casa y luego corrimos al otro lado del mundo a bañarse-arreglarse para veinticinco minutos después irse a casa de Marian: sábado de chicas.
Noche
Recogí a Edna (¡yupi, la hemos unido al clan!) nos perdimos por la Balderrama hasta dar con la casa de Claudia y después a toda velocidad por la Olivares para llegar (con casi hora y media de retraso) a la casa de las Emes Mendívil. Aceitunas, queso, jamón serrano (no mentía, tendría jamón para nosotras), un par de cervezas sol, coca-cola y mucho, mucho qué decir. Cuando las chicas se juntan, beware!
En la casa de Marian hasta los grillos han de ser bonitos, es un lugar donde te sientes a gusto desde el primer momento, el sillón, la lámpara, la cocina, la niña de ojos grandes que dibuja y sonríe lindo-lindo. Cada una tuvo su momento para hablar, de sí misma, de otros (ay, qué suave es hablar de los otros). Cada una compartió superficialidades y profundidades (tan importantes unas como otras). Cada una dejó esa casa con una sensación de plenitud. Lo que hacen las aceitunas verdes y la buena compañía.
Yo tenía arena en las orejas todavía, pero aún así escuché cuando Marian nos dijo, fue un placer. Y sí, ese sábado día y noche fue un placer.