8.9.03

RITO DE INICIACION (¿donde estan las lagrimas, los gritos y los no me dejes aqui­ mama?)

Lunes 8 de septiembre.
Mi hijo tiene su primer di­a de clases. Kinder John Locke. Colonia Santa Fe. Maestra Alejandra. Los lunes deben ir vestidos de blanco, dice el papelito. Me levanto temprano, decido vestirme también de blanco, falda y blusa, una forma boba, si quieren, de acompañar a mi Delfi­n en su iniciación al mundo escolar. Para despertarlo pongo musica, Chilanga Banda, su cancion favorita desde hace una semana. Ojos cerrados y sonrisa bella. Ya voy, ya voy, cinco minutos más. Los dos, de blanco, desayunamos e intercambiamos comentarios sobre la necedad de nuestro perro ( el Chucho). No, Chucho, hoy voy a mi escuelita hoy no puedo jugar, no tengo tiempo. Su madurez de cuatro años me asombra a veces. Aunque en lo general suele ser muy infantil. Je.

Lonche en la mochila. Recomendaciones. Los dos al chevy. Ponme mi cancion. Cielos, he olvidado ese disco en casa. Pero le pongo Eres y le digo eres lo primero que pienso en la mañana. ¿Cuando sale el sol? . Si­. Cuando.

En el John Locke hay otros padres que tienen mi mismo rostro, combinación de alegría y nostalgia. Los niños en cambio se dividen en dos clases: los felices, que ven la escuela como un gran parque con puente y todo, Juanantonio es de esos; y los que están los tristes porque ya adivinaron que mamita no estara ahi todo el día ni habrá más caricaturas mañaneras, ni visitas al refrigerador. Y estos niños lloran, ofrecen a sus padres las más tiernas miradas.

La maestra nos dice lo primordial y nos dice adiós, gracias, hasta el rato. Una puerta se cierra. Hay papás y mamás a los que resulta imposible separarse de esa puerta y se mantienen tras ella, se asoman a las ventanas, dan últimas sugerencias a sus hijos . Y hay otros que damos la espalda, volvemos al auto pensando en que hay que ser maduro y dejar a los hijos ahí como si nada. Y mientras avanzamos, pensamos que los años pasan demasiado rápido.

Siempre pensé que este primer día estaría lleno de lágrimas, gritos y nomedejes mami, después de todo hemos estado tan unidos siempre. Se me antoja oírlo decir no me dejes. Pero, en realidad, me alegra y enorgullece que no lo haga.
Aunque... A ver que pasa el martes...

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