24.6.03

¿QUE DESEAS? (el conflicto más común)

Día común. Una de la tarde. Hora de comer. Levantas tu vista y ya no hay nadie, sólo la compu que recibe a diario tu cariño y tu astigmatismo. Comienzas a sentir una sensación extraña. ¿Es nostalgia? ¿Es hambre? Si es hambre, debes decidir qué comer.
Llegas a un Drive Thru. Una voz chillona te pregunta qué deseas. Sientes que algo te revolotea. Es nostalgia. Es hambre. Es esa sensación de desear algo y no saber qué. Tienes ganas de apoyar la cabeza en esa caja gris de la cual sale una voz agobiada como tu alma. Te repite: ¿Qué desea, qué desea ordenar, ¿QUE-DESEA-ORDENAR?? Quieres pensar bien tu respuesta. Esto no es cualquier cosa. Respiras profundo y le contestas: deseo sentirme bien, pero doble por favor. Deseo una orden de no tener calor, porque ah jijos, qué calor, te sientes toda pegajosa. Pides también unas cuantas sonrisas de felicidad extra, una nieve con sabor a tranquilidad, en vaso y con chispas de paz interior… una hamburguesa con queso y una coca.
Escuchas: Favor de pasar a primera ventanilla. Qué alivio, te sientes renovada gustosa de pasar a esa ventanilla donde te van a entregar todo lo que has ordenado. Si, así de fácil. Tomas la bolsa, checas que esté todo lo que ordenaste. Perfecto. Qué buenos cuates, estos si cumplen. Las franquicias son geniales. Llegas a casa. Te sientas a comer. Empiezas a sacarlo todo. Lo disfrutas. Una mordida, mmhh! Un sorbito, mmhh! Estás libre de todo. Disfrutas tu comida, fresquecita, sintiéndote de lo mejor. Ojalá esta sensación durara para siempre de los siempres.
Más al rato, con la digestión, viene también la certeza de que la realidad es otra. Eres una de las tantas almas profesionistas que vive en una casa que debe, que paga la luz, el agua, el gas. Que tiene que trabajar a diario en un escritorio gris, con las fotos de sus seres queridos en el cajón. La bolsa con comida y buenos deseos está vacía de pronto.
Sabes muy bien que lo que ordenaste sólo fue comida, no estás loca, no te dieron nieve de paz interior a $9.90, pero Dios, a poco no te encantó sentir que sí.
Las mujeres somos unas soñadoras. Soñadoras constantes, necias, irremediables. Vivimos con un pie en el aire. No sé hasta qué edad, pero pasamos gran parte de nuestra vida imaginando cómo vamos a decorar una casa que todavía no tenemos, cómo vamos a vestirnos en la boda con un novio que aún no conocemos. Así somos. ¿Irremediablemente?
¿Qué deseas?, nos preguntan desde que somos niñas, nuestras respuestas van desde ser cajera de un supermercado hasta ser miss méxico. A veces sabemos qué deseamos, a veces, creemos saberlo. Responder debería ser tan sencillo como decir una hamburguesa con queso y sin pepinillos.


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