22.7.05

LUNCH AT 2

El primer punto es decidir dónde. Desde la mañana comienzan las llamadas, la cuestión general: ¿dónde comerán hoy? Finalmente una de ellas, siempre hay una de ellas, tiene una buena idea, hay consenso y listo.

La cita es a las 2 en el estacionamiento. Todas vienen desde diversos puntos, todas desde esos mundos que son sus oficinas. Sonrientes muy.

El segundo punto es decidir quién maneja. La mitad de ellas dice que la otra mitad maneja muy mal. La otra mitad piensa lo mismo de la otra. No sé cómo es que no echan volados. Esto sucede todos los días. Esta vez hay una intrusa, yo, pero no me hacen sentir como tal, me hacen sentir como parte del grupo.

El tercer punto es hablar, hablar de todo, de esto de aquello, de la última fiesta, de la comida de ayer, del postre de mañana, de todo menos del trabajo.

Existe un encanto sobre la mesa cuando un grupo de mujeres se reune, lo he sentido con mis amigas sin sentirlo. Es algo que se sabe sin que se hable de ello. Pero cuando eres testigo, y no participante directa, la perspectiva es otra: lo sientes por sentirlo.

Observo a cada una de ellas, escucho cómo a una le llaman cariñosamente teretru, cómo admiran a aquella que entre ejercicio y cuidados luce bella bella, como se ríen la del fleco y la de los ojos grandes y escucho a quien el día de mañana me impresionará por completo por su solidaridad.

El día siguiente es un día gris, un día de esos que parecen no acabarse. Ellas están ahí. No hay mesa, no hay risas y sin embargo el encanto persiste. Las veo y sé que esta es la amistad perfecta.

Y pocas veces ocurre.
O bien, en realidad, ocurre todos los días a las 2 pm.

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