Ayer, para hacer a un lado la pesadumbre de la jornada laboral (oséase para tumbarse el rollo por tanta chamba) las marranas y yo en un acuerdo de lo más democrático (es decir yo les dije: ¡vamos! y ellas dijeron ¡sí!) nos fuimos a comer al Jung.
En dicho lugar (con Donna Summer de fondo) (no mexplico por qué, ni quiere decir que esperara yo coros tibetanos) dos lentramos al buffet,una al salad bar y otra más al menudo y toooodas a la jamaica y las fresas con crema. Tragamos como budistas después de meses de ayuno.
La conversación discurrió entre la levitación, las mujeres medio freak (ninguna de nosotras, claro está), la plenitud de los treintas y por supuesto, los encuentros cercanos de tercer tipo. También hablamos mal de los ausentes (los jefes, por ejemplo) y bien de las presentes (todas nosotras, por ejemplo) (Aaah vanidad, tu nombre es mujer,). Estábamos totally restless, risa y risa.
Llenamos ese lugar de paz y vegetarianismo con nuestras ínfulas de mujeres liberadas. Qué chic es ser zen.
Pagamos, compramos inciensos y aceitesdenoséqué paranoséqué y nos fuimos alegres dejando una estela de chakras bien vibrados a nuestro paso...
28.4.05
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario