He descubierto que con la edad además de las arrugas, los bochornos y la pancita, llegan también los sabores, otros sabores.
El adulto joven contemporáneo usa sacarina, toma leche y/o crema descremada (helloouuuuu?) o crema agria y todo lo que compra tiene sigla non-fat o sugar free Nieve sin carbohidratos, bistec ranchero con poquitísima sal, café con nutra-sweet... Menos huevo o huevo sin yema. Poco aceite o pollo al vapor. ¿Gorditas? ¿Tostadas? ni-ha-blar.
¿Hay algo peor?
Aunque uno trate de ignorar estos asuntos nada dulcificantes o edulcorantes (no sé qué significa pero siempre había querido usar la palabra) tomar Horchata Don José sin ponerse a pensar en el montón de calorías en cada traguito es muy difícil. Es más, no se puede. A la mitad de la botellita yo corro a echar un poco en un vaso y agregarle agua para rebajar y hacer menos dura mi penitencia.
El problema aumenta cuando voy al sushi, sí es más ligerito que cualquier otra comida pero el Kakiague roll DEBE, para mí, tener litros de salsa de anguila (esa salsa dulcecita mmhh!) para que tenga sentido. Y la gente, el adulto joven contemporáneo me mira, me cuestiona, me hace sentir que lo que estoy haciendo está mal, VERDADERAMENTE mal. Y me almuerzo mi Kakiague agachadita, sin hacer mucho barullo, y le echo más agua a mi Té helado para que no esté tan dulce y sentirme menos peor.
¡Oh Dios!, ¿azúcar o no azúcar?, that is the question.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario